jueves, 4 de diciembre de 2008

Chilenos obligados en busca de una nueva identidad

Paulina Velozo, Paula Ávalos.
Los chilenos, ¿Quiénes somos realmente?. Claramente es una pregunta difícil de responder, ya que dependiendo de la perspectiva con la que se considere adecuado hacer el análisis podemos obtener varias respuestas.
Lo principal, para nosotras, es hacer un análisis basado, por sobretodo, en nuestro origen, basado en la historia que casi doscientos años de vida independiente nos han legado para poder conocernos y definirnos como chilenos propiame nte tal.
El análisis escogido en esta ocasión está basado en la política ya que consideramos que la nacionalidad chilena ha sido formada por un Estado que ha antecedido a ella, a semejanza, en esto de la Argentina; y a diferencia de México y del Perú, donde grandes culturas autóctonas prefiguraron los virreinatos y las repúblicas.[1]
Los grandes próceres de la Independencia, desde un comienzo se dedicaron a formar chilenos y para eso nos regalaron identidad mediante los símbolos patrios y la educación. A pesar de todos los intentos, lo más probable es que las personas que realmente eran la base de nuestro país en esa época como los campesinos, los artesanos y en general la gente de estrato social bajo no se hayan sentido identificados con este proyecto nacional, no tomaron esta nacionalidad como algo propio, como un sentimiento que surgiera desde su interior, un sentimiento que lo motivara a creer en su país y en el potencial que esta tierra podía representar para ellos y con esta situación vivimos durante muchos años hasta que por fin existió una gran cruzada nacional como lo fue la Guerra del Pacífico que unió al país. Esto lo vemos claramente en el hecho de que todos los sectores de la población querían participar, quería por primera vez y por iniciativa propia defender a su país demostrando de esta manera que todos los esfuerzos anteriores por crear una nación no habían sido en vano y que ya a esta alturas teníamos una patria inserta en cada una de las miles de almas que integraban Chile en ese entonces.
Pero como consecuencia de la Guerra del Pacífico no sólo tuvimos este nacimiento fortuito de patriotismo sino que también tenemos una nueva riqueza que de ahora en más mantendrá al país, reforzará a la oligarquía y aumentará la diferencia social entre este grupo y los sectores más desposeídos.
Por un tiempo, y gracias a la gestión del presidente José Manuel Balmaceda, esta situación no es tan notoria y el país, por decirlo así se mantiene en buenas condiciones, la cercanía de este Presidente con el pueblo los hace sentir parte de Chile, pero más importante, los hace sentir como una agente activo dentro de nuestra sociedad, algo que jamás habían sentido y que por de pronto están próximos a dejar de hacerlo.
Como este gobierno ha dejado por un tiempo a la aristocracia de lado, estos se han sentido obviamente desplazados y para remediar esta situación socavaron paulatinamente al gobierno hasta que finalmente se produjo la revolución de 1891, guerra civil que nos dejó miles de pérdidas humanas, entre ellas al mismo Presidente Balmaceda, pero que por sobretodo rompió el sentimiento de unidad nacional que se había gestado y mantenido durante todos estos años.
En este sentido la revolución de Chile es aristocrática, porque ha sido empeñada sostenida y dirigida por las clases directoras de la sociedad[2]
Claramente el único objetivo de esta oligarquía resentida es retomar su poder dentro del Estado chileno y es así como el inicio del nuevo siglo esta marcado, tal como el anterior, por una clase gobernadora cuya única ventaja por sobre cualquier otro chileno es su poder adquisitivo.
El pueblo lo siente, lo presiente y se descorazona, se desalienta, ya no tiene energías ni para irritarse, se muere automáticamente como un carro cargado de muertos que sigue rodando sólo por el impulso adquirido [3]
Después de esto podemos apreciar como el inicio del siglo XX no fue para nada tan significativo como cualquiera podría haber pensado. Después de la guerra civil de 1891 empieza a funcionar en Chile un nuevo tipo de República: la República parlamentaria que consistía principalmente en el congreso desplazando al ejecutivo en lo que respecta a la toma de decisiones, una época marcada por las relaciones de parentescos en el poder.
Y a comienzos de este siglo se ha entrevisto, pues, la crisis del Estado nacional y del genuino pueblo, amenazado a la vez por la disolución racial, los negocios corruptos, el capitalismo y el socialismo.[4]
Esta es la primera época, en nuestro análisis, en lo que más se recalca es la corrupción y el favoritismo, motivo por el cual Mario Góngora denominará a este período el de la “política fantasmal”, y que para nosotras es un aspecto que quizás nació a comienzos del siglo pasado, pero que sin dudas se mantiene hasta hoy en día.
Desde la Guerra del Pacífico “se viene operando en la sociedad chilena una evolución trascendental que, alejando progresivamente los elementos que la componen, al presente impiden casi en absoluto a los de arriba, que son muy pocos, conocer a los de abajo, que constituyen la inmensa mayoría”.[5]
Ya por 1920 el salitre comienza a decaer y se fomenta la industria nacional, se amplía el sistema político y se da por finalizado el parlamentarismo y junto con un nuevo orden se instaura también una nueva constitución que busca principalmente devolverle al presidente las atribuciones que la época parlamentaria le había quitado.
El fin del salitre se produce después de la depresión de 1929, que deja a Chile con una economía devastada, ya que la dependencia extranjera de la economía chilena era demasiada y por lo tanto la caída para nosotros fue también muy fuerte.
Para reponer al país de esta crisis el Estado implementa el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), que proponía un nuevo rol del Estado en la economía y cuyo principal objetivo era reemplazar los productos extranjeros por nacionales. Los sectores que abarcaba esta reforma eran, obviamente, el de la minería, la agricultura, la energía, el comercio y el transporte.
Con el comienzo de los gobierno radicales comienzan también los cambios sociales en Chile, en ese sentido vemos como los nuevos protagonistas del historia son las clases medias, el proletariado y los grupos populares.
Así se demuestra que a pesar de todo el pueblo sigue presente en la mentalidad de gobierno y se deja atrás definitivamente un período donde unos pocos manipulaban el poder a su antojo y tenían estancado el progreso chilenos.
Después del fracaso del modelo de la ISI a mediados de los años 50, el gobierno de Jorge Alessandri inicia la época de los cambios estructurales, que en el contexto de la Guerra Fría responde al modelo capitalista, pero como no se dieron los resultados que se esperaban, veremos como la ideología del país cambia, hasta llegar a un proyecto tan distinto como lo es el gobierno de Allende que tenía claramente una idea socialista respondiendo al modelo soviético de la Guerra Fría y que en cierta manera dentro de los últimos gobiernos que ha tenido Chile, definitivamente este ha sido el que más se ha preocupado por el bienestar de la ciudadanía en general.
También pasamos por un quiebre de la democracia enorme, que a pesar de lo mucho que ayudó en la economía, pasó a llevar las libertades individuales de todos y cada uno de los chilenos dejando nuevamente a un país dividido en ideologías.
Reconstruir la nacionalidad chilena perdida en esos años ha sido una gran y difícil tarea, hemos tenido que partir casi de cero intentando buscar un equilibrio entre ideologías respecto a este período que parecieran no tener ningún punto en común y cuesta, sabemos que cuesta, pero para mejorar un país cuya nacionalidad parte del Estado, es necesario como requisito fundamental mejorar ese Estado, que supuestamente representa un ejemplo para todos los chilenos, pero que no avanza y que por lo tanto tiene estancado a este país.
Es inútil hablar, es inútil creer que podemos hacer algo grande mientras no se sacuda todo el peso muerto de esos viejos políticos embarazados de palabras ñoñas y de frases hechas.[6]
En la actualidad vemos como son las mismas personas de siempre manejando al país y que por lo tanto no dan cabida a rostro nuevos, que es lo que urgentemente necesitamos, porque digámoslo cuesta creer y motivarse con representantes que realmente no te representan, que muchas veces no saben de los reales intereses del pueblo y no piensan más que en crecer económicamente, que claramente es algo importante, pero no es lo único, con políticos que están llenos de pensamientos antiguos que muchas veces ni siquiera encajan con la realidad nacional. ¿Cómo seguir surgiendo como país si día a día vienen nuevos seres al mundo a formar parte de este Chile, pero crecen sumergidos dentro de un Estado que no se renueva?
Chile se está convirtiendo en un país viejo, muchos estudios lo dicen, y lo mismo sucede con su política, una política que tiene fama de corrupta y que por lo tanto no motiva a nadie. Hecho que se refleja claramente en la juventud actual, no existen los jóvenes motivados por votar, por informarse, por participar, por crecer junto a su tierra por ararla, removerla y regarla con sus conocimientos , con sus ideas y pensamientos jóvenes, llenos de vitalidad y que en un futuro saldrán relucir sus frutos, frutos que vienen llenos de conciencia, de verdad y de fuerza.
Somos pocos y tenemos fe en un futuro mejor, con chilenos orgullosos de su patria, con chilenos informados de su historia y de su actualidad.
¿Quiénes somos los chilenos? Definitivamente somos lo que el Estado y sus políticas quieren que seamos, somos individuos que se adaptan, pero que necesitan urgentemente que se vayan los viejos y que venga juventud limpia y fuerte, con los ojos iluminados de entusiasmo y de esperanza.[7]
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[1] “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”, Mario Góngora, Editorial Universitaria, 2006, Página 71.
[2] “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”, Mario Góngora, Editorial Universitaria, 2006, Página 99
[3] “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”, Mario Góngora, Editorial Universitaria, 2006, Página 314 (Anexo, “Balance patriótico”, Vicente Huidobro.)
[4] “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”, Mario Góngora, Editorial Universitaria, 2006, Página 123.
[5] “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”, Mario Góngora, Editorial Universitaria, 2006, Página 130.
[6] “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”, Mario Góngora, Editorial Universitaria, 2006, Página 315. (Anexo, “ Balance patriótico”, Vicente Huidobro.)
[7] “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”, Mario Góngora, Editorial Universitaria, 2006, Página 319. (Anexo, “ Balance patriótico”, Vicente Huidobro.)